El problema de los empaques es de una magnitud alarmante. Se estima que cada año se generan más de 300 millones de toneladas de residuos plásticos, de los cuales solo alrededor del 9% se recicla (UNEP, 2018). Además, para el 2050 habrá más plásticos que peces en los océanos si no se toman medidas urgentes (Ellen MacArthur Foundation, 2016). Estas estadísticas subrayan la apremiante necesidad de adoptar empaques sustentables a nivel global, entre ellos: biodegradables, reciclables, de materiales naturales y compostables, de plástico o papel reciclado, etc.
Actualmente hay muchos esfuerzos por atenuar el problema. Por ejemplo, a nivel global, Nestlé ha logrado que el 85.8% de sus empaques sean reciclables o reutilizables, y Unilever se ha comprometido a que para el 2025 todos sus empaques plásticos serán reusables, reciclables o compostables.
Sin embargo, estos esfuerzos no han sido masificados al resto de las empresas, en donde hay barreras y tabúes por superar, entre los que podemos mencionar la falta de involucramiento del Gobierno para la recuperación de materiales, la falta de proveedores adecuados para las diferentes necesidades de empaque, la confusión generada por la misma industria sobre los plásticos que se anuncian como biodegradables pero no lo son del todo, la falta de disposición de los consumidores a pagar un sobreprecio, y la creencia de que es altamente costosa la transición hacia un empaque ecoamigable.
En este último punto, se han documentado experiencias que nos permiten evidenciar lo contrario. Por ejemplo, en un proyecto de fabricación y comercialización de sacos de fibra de cabuya en Ecuador, la inversión se estimó en un porcentaje de capital propio del 61%, con fuentes alternativas de financiamiento aplicables al proyecto (Pontón y Aguirre, 2013). En otro proyecto de producción de biocombustibles vehiculares a partir de desechos plásticos, la inversión se recuperó después del segundo año, con una VPN de USD $ 7,499,337 y una tasa interna de retorno del 43% (Albán y Fabiola, 2018). En general, la inversión en empaques sustentables puede ser más alta en el principio, pero ofrece beneficios a largo plazo, como reducir la contaminación plástica y del agua, lo que puede reducir los costos de limpieza y eliminación de desechos.
Considerando lo anterior, existen seis rutas críticas que se deben tomar. Ninguna de ellas se podrá lograr sin el involucramiento de Gobierno, empresa y sociedad, y tampoco serán de implementación simple, ya que para cada territorio se requiere un análisis y diseño adecuado.
- Ajustes en la normativa que obligue a los municipios a recuperar empaques.
- Incentivos económicos y competitivos para que las empresas cambien a empaques sustentables.
- Evitar la comunicación engañosa o sobredimensionada por parte de las empresas respecto a sus estrategias de sustentabilidad.
- Que las empresas realicen análisis de rentabilidad con apoyo de la academia para facilitar su transición.
- El liderazgo y colaboración de las empresas entre pares, para que muestren que la transición es posible.
- La educación del consumidor para que prefiera productos con empaques ecoamigables y que conozca qué se debe hacer con ellos.
No nos olvidemos de la frase que dice “la basura no es un problema ambiental, es un problema de diseño”. Trabajemos todos juntos y de forma contundente para lograr un cambio verdaderamente significativo.
Publicado Originalmente en Las Empresas Verdes.
Materiales de referencia