Si alguien hubiera dicho hace una década que una empresa industrial en México decidiría pagar salarios por encima del estándar del mercado, asegurando que cada uno de sus colaboradores tuviera un ingreso digno, muchos habrían pensado que era una locura financiera. Pero RIPIPSA no solo lo hizo, sino que demostró que era viable y, más aún, beneficioso para la empresa y sus colaboradores.
En 2015, Francisco Santini Ramos, fundador de RIPIPSA, se preguntó si su empresa realmente estaba contribuyendo al bienestar de sus colaboradores.
La respuesta, aunque difícil de aceptar, fue clara: los sueldos que pagaban a los colaboradores con menores ingresos no eran suficientes para cubrir sus necesidades básicas. Con esto en mente, decidió actuar.
Un estudio realizado en diversas entidades buscaba entender cuánto costaba realmente vivir dignamente en Chihuahua, donde la empresa tiene su sede principal. La investigación reveló que un hogar de cuatro personas necesitaba al menos 19 mil 627 pesos al mes para cubrir alimentación, vivienda, salud, educación y otros gastos esenciales. Con esta cifra como meta, RIPIPSA comenzó a rediseñar su modelo de remuneración.
Implementar un salario digno en tiempos difíciles
La empresa sabía que cambiar su esquema de sueldos no sería sencillo. Aun así, en 2020, en plena pandemia, decidió dar el primer paso.
RIPIPSA elevó los salarios de 38 colaboradores a 10 mil 784 pesos mensuales antes de impuestos. A pesar de la incertidumbre económica global, la empresa no dio marcha atrás. En los años siguientes, continuó con los incrementos salariales, beneficiando a cuarenta y dos familias en 2021, veintiocho en 2022 y seis más en 2023, disminuyendo cada año, el número de personas que percibían un ingreso menor a la meta de salario digno. Además, cada año se actualiza el cálculo del salario digno, considerando al menos aspectos como la inflación y el referente del salario mínimo.
Pero el compromiso de RIPIPSA con sus colaboradores no se limitó a los sueldos. También implementó beneficios adicionales, como quince días extra de aguinaldo y becas educativas para que los colaboradores siguieran preparándose y tuvieran acceso a mejores oportunidades.
Además, creó comités internos donde los colaboradores podían participar en decisiones clave de la empresa, fortaleciendo el sentido de pertenencia.

Más que números: el impacto real
El efecto de estas medidas fue inmediato y tangible. La antigüedad promedio de los colaboradores aumentó a 4.5 años, una señal clara de estabilidad laboral.
La rotación de personal, uno de los costos más altos y difíciles de controlar en las empresas, se redujo significativamente y el 85% de los colaboradores encuestados reportaron una mejora en su calidad de vida.
Uno de los fenómenos más interesantes fue el regreso de colaboradores que habían renunciado en busca de mejores oportunidades.
RIPIPSA se convirtió en un imán para lo que en el mundo laboral se conoce como "colaboradores boomerang": colaboradores que dejan una empresa, solo para regresar después de darse cuenta de que las condiciones en otros lugares no son mejores. Esto, más que cualquier cifra, es un reflejo del éxito del modelo.
¿Puede una empresa costear este modelo sin perder rentabilidad?
El gran temor de cualquier empresa ante este tipo de iniciativas es el impacto financiero. Pero los números de RIPIPSA demostraron que el costo de pagar un salario digno no era una carga insostenible.
Los aumentos representaron menos del 2% de la nómina total de la empresa, una cantidad que fue más que compensada por la reducción en la rotación de personal y el incremento en la productividad.
Además, la empresa implementó una estrategia inteligente: ajustar los sueldos según la región. En ciudades con un costo de vida más alto, como Monterrey, Ciudad de México y Tijuana, los salarios se incrementaron un 20% adicional para garantizar equidad. Con esto, se aseguró que la política fuera justa y financieramente viable.

El reto para las demás empresas
RIPIPSA no es una organización sin fines de lucro. Es una empresa que opera en un sector altamente competitivo y que ha encontrado una manera de ser rentable sin sacrificar el bienestar de sus colaboradores.
Su caso es un llamado a las demás empresas: pagar salarios dignos no es un acto de caridad, es una estrategia inteligente que fortalece la lealtad, la productividad y la estabilidad organizacional.
Si más empresas siguieran este camino, el impacto en la economía y en la sociedad sería enorme. No solo se reduciría la pobreza laboral, sino que también se fomentaría un mercado más sólido, con colaboradores más comprometidos y productivos.
La pregunta es: ¿Quién será la siguiente empresa en dar este paso? ¿Qué hace falta? El cambio no solo es posible, es necesario.
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