Como muchas revoluciones, esta no comenzó con una declaración, sino con una conversación: curiosa y profundamente humana. Veintinueve voces de distintas partes del mundo se reunieron en las aulas virtuales de un seminario doctoral en el Tecnológico de Monterrey. Se suponía que sería un curso, pero se transformó en otra cosa: un espacio compartido donde la teoría se encontró con el propósito, y donde dos caminos intelectuales —la ciencia evolutiva y el Capitalismo Consciente— se entrelazaron para iluminar una nueva forma de entender los negocios.
David Sloan Wilson, destacado biólogo evolutivo reconocido por su trabajo sobre el comportamiento prosocial, encontró en Raj Sisodia, cofundador del movimiento de Capitalismo Consciente, un espíritu afín tan inesperado como poderoso. Lo que los unió no fue solo una compatibilidad intelectual, sino una intuición compartida: ambos habían estado orbitando la misma idea desde distintas trayectorias. Mientras Raj se dedicó durante años a visibilizar empresas guiadas por el propósito, David investigaba la ciencia detrás de lo que hace prosperar a los grupos humanos.
“Conocer a Raj fue como una conexión profunda. Yo tenía la teoría y Raj tenía la experiencia,” reflexiona David. Raj, por su parte, describe el descubrimiento del trabajo de David como un momento raro de ignición intelectual auténtica. Lo que David ofrecía era justo lo que el mundo de los negocios conscientes llevaba tiempo buscando: una base teórica rigurosa capaz de explicar y escalar lo que antes se veía como excepciones inspiradoras.
¿Por qué se necesitaría una nueva teoría?
Durante años, el Capitalismo Consciente ha inspirado historias de empresas que tratan a las personas con dignidad, cuidan el medio ambiente y generan utilidades sostenibles.
Esas historias, aunque valiosas, a menudo se perciben como casos aislados, anomalías luminosas en un sistema basado en otros supuestos. La crítica académica ha sido sutil pero persistente: ¿dónde está la teoría?
El paradigma evolutivo de David Sloan Wilson busca responder a ese desafío. Con décadas de investigación interdisciplinaria y sustentado en los principios de diseño de la Nobel Elinor Ostrom, David propone que las organizaciones exitosas se comportan como grupos prosociales bien adaptados. No son accidentes, sino reflejo de fuerzas profundas que han moldeado la evolución cooperativa humana.
Aplicados al mundo empresarial, estos principios se convierten en una lente de diagnóstico: ¿alinean las empresas sus incentivos a distintos niveles? ¿Fomentan la participación, resuelven los conflictos de manera constructiva y se adaptan con el tiempo? Y, sobre todo, ¿podemos reconocer estas dinámicas no solo como valores, sino como estrategias fundamentadas en la ciencia?
Empresas como sistemas vivos
En el curso doctoral codirigido por David y Raj, un grupo de estudiantes y docentes de EGADE Business School estudió cuatro empresas mexicanas: CUPRUM, Grupo Bimbo, Grupo RUZ y Merco. Todas ellas ya habían sido destacadas en el libro Empresas mexicanas que inspiran: capitalismo consciente en acción. Pero la pregunta no era si hacían el bien, sino si evolucionaban bien.
Los hallazgos fueron reveladores. A través de entrevistas y reportes de caso, los estudiantes identificaron que las cuatro organizaciones encarnaban de forma intuitiva los ocho principios de diseño de Ostrom. No eran solo empresas rentables; eran sistemas vivos: adaptativos, participativos y resilientes. “Estas empresas son practicantes evolutivas inconscientes,” señaló Raj. Hacían lo correcto sin necesariamente ponerle nombre.
Este reconocimiento cambia la perspectiva. Si podemos identificar qué hace que una empresa evolucione bien, podemos ayudar a otras a lograrlo también, no copiando valores, sino rediseñando sus sistemas internos en sintonía con nuestro cableado evolutivo más profundo.
Del caso excepcional a la nueva expectativa: una narrativa distinta para los negocios
Uno de los grandes desafíos que enfrentan las empresas conscientes es que, a pesar de sus resultados, aún se las percibe como excepciones. Como si fueran contracorriente. Pero, ¿y si es la corriente la que está mal?
David Sloan Wilson sostiene que los negocios fundados en el cuidado, la cooperación y la responsabilidad mutua no son anomalías, sino indicadores evolutivos de lo que es posible. Cuando las empresas conscientes superan al resto, no desafían al capitalismo, cumplen su promesa original mientras trascienden sus supuestos más dañinos.
El paradigma evolutivo ofrece una redefinición poderosa: transforma a la Empresa Consciente de una aspiración idealista a un camino racional, basado en evidencia, hacia la excelencia sostenida. No se trata de nadar contra la corriente, sino de aprender a moverse con las mareas profundas de la naturaleza humana.
Un rol catalizador: posibilitar el diálogo
Este seminario fue posible gracias a la colaboración entre David Sloan Wilson, Raj Sisodia y el Centro de Empresas Conscientes, con el impulso y acompañamiento de Luis Gerardo González, quien ayudó a consolidar esta iniciativa como una oportunidad académica y práctica de alto valor.
La propuesta no se limitó a una experiencia formativa, sino que abrió espacio para generar impacto en distintos frentes. Por un lado, fortaleció el desarrollo docente, al brindar herramientas que permiten a los profesores incorporar marcos evolutivos y conscientes en sus clases. También generó condiciones para nuevas líneas de investigación, relevantes para explorar el paradigma evolutivo desde la realidad mexicana.
Además, ofreció a las organizaciones participantes una base científica para profundizar su camino hacia una mayor consciencia, y favoreció la divulgación de este enfoque en comunidades más amplias y diversas.
El seminario logró así conectar al entorno académico con una red global de personas que, desde distintos frentes, están explorando cómo la evolución y la consciencia pueden integrarse al quehacer empresarial y social contemporáneo.
Lo que sigue: redes, indagación y evolución compartida
Este seminario fue más que una experiencia académica; se convirtió en un prototipo de lo que podría ser una colaboración internacional e interdisciplinaria. Participaron profesores, líderes empresariales e investigadores de cinco continentes. Compartieron prácticas, compararon modelos y comenzaron a formar lo que podría llegar a ser una red global de investigación e innovación en pensamiento evolutivo para los negocios.
Ya surgen propuestas: módulos de aprendizaje para estudiantes de MBA, diagnósticos evolutivos para empresas de diversos tamaños y aplicaciones más allá de los negocios, en comunidades, educación y gobernanza local.
Pero esto apenas comienza. Como enfatiza David, la evolución cultural real requiere continuidad. Demanda sistemas de apoyo, espacios compartidos de indagación y comunidades comprometidas con el aprendizaje sostenido en el tiempo.
El Tecnológico de Monterrey y su Centro de Empresas Conscientes se encuentran hoy en una encrucijada con el potencial de convertirse en un nodo global para esta labor, donde la ciencia se encuentra con el alma y los negocios se transforman en una fuerza para el progreso adaptativo, incluyente y con sentido.
Cambiar un paradigma no es un ejercicio teórico. Es una necesidad estratégica, un imperativo social y, por encima de todo, una oportunidad profundamente humana.
Este artículo forma parte de la colaboración continua entre David Sloan Wilson y Raj Sisodia, como parte de un seminario doctoral co-desarrollado en el Tecnológico de Monterrey y EGADE Business School, en alianza con el Centro de Empresas Conscientes.