El mundo empresarial ha sufrido muchos cambios, algunos de ellos acelerados por crisis y oportunidades como la pandemia y los movimientos geopolíticos. Parte de ese cambio ha propiciado que las compañías ya no solo miden su éxito por cuánto crecen o cuánto ganan, sino por cómo impactan su entorno, cómo toman decisiones y, sobre todo, por qué hacen lo que hacen.
En tiempos donde las crisis sociales, ambientales y éticas son imposibles de ignorar, hablar de gobernanza se vuelve más que pertinente. Pero no cualquier tipo; se necesita de una gobernanza que mire de frente al presente, que actúe con sentido, coherencia y, sobre todo con conciencia.
La llamada Gobernanza Consciente no es un tecnicismo ni una tendencia pasajera, sino una forma distinta de entender la empresa, una que cuestiona quién decide, cómo se decide y qué consecuencias tienen esas decisiones, tanto dentro como fuera de la organización.
No se trata únicamente de cumplir con una lista de buenas intenciones ni de colgar una placa de “empresa responsable” en la pared; más bien trata de repensar el poder, redistribuir la responsabilidad y construir, desde lo cotidiano, un propósito compartido.
Esta visión, como ha planteado Alma Yadira Bayona, líder de investigación del Centro de Empresas Conscientes del Tec de Monterrey (CEC), ha dejado de ser teoría para convertirse en una práctica urgente y profundamente humana.
Cuando una empresa elige gobernarse con conciencia, en el fondo está diciendo que entiende su poder, su influencia y la responsabilidad que tiene de contribuir a un mundo más justo, más sostenible y más conectado.
Del cumplimiento a la convicción: decisiones que dejan huella
Una diferencia esencial entre la gobernanza tradicional y la consciente está en su punto de partida. La primera responde al cumplimiento; la segunda, a la convicción.
No basta con implementar un código de ética o replicar estructuras jerárquicas porque “así se ha hecho siempre”. La pregunta de fondo es otra: ¿qué tipo de decisiones nos acercan a ser una empresa más inclusiva, más justa, más abierta a la sociedad?
La gobernanza consciente no se cuelga como un adorno dentro de la empresa sino que atraviesa la operación entera.
No se queda en una capa superficial, sino que es una cultura viva que se expresa en cada proceso, comportamiento y vínculo. Desde cómo se usan los recursos internos hasta cómo se dialoga con las comunidades vecinas, todo comunica, y cada gesto puede fortalecer o erosionar el compromiso con las personas y el entorno.
Por supuesto que esto implica un cambio de mentalidad y no solamente en la alta dirección o en las áreas directivas, sino en todos los niveles.
Se necesita pasar de liderazgos que controlan a los nuevos liderazgos que escuchan, que integran voces diversas y que actúan con la intención genuina de crear valor compartido para todos los actores involucrados y no solamente para unos cuantos accionistas.
Gobernar desde el sistema: colaboración y propósito común
Uno de los mayores aprendizajes de esta práctica ha sido entender que la gobernanza no es un pilar aislado; es más bien el hilo que cose a todos los actores de una empresa y de su ecosistema. Ya no se trata de ver la organización como una isla, sino como parte de una red dinámica de proveedores, clientes, comunidades, gobiernos y aliados estratégicos.
Cuando una empresa empieza a gobernarse con conciencia, descubre que no solo mejora su impacto social y ambiental, sino también mejora la calidad de sus relaciones y su capacidad para adaptarse a los cambios. La confianza sustituye al contrato como base de la colaboración y la resiliencia ya no se improvisa, pasándose a cultivar desde la coherencia.
Este tipo de enfoque tiene un valor especial en contextos como el de México, donde los retos compartidos en movilidad, empleo digno, seguridad y medio ambiente requieren soluciones que trascienden fronteras organizacionales.
En este espíritu, el Centro de Empresas Conscientes busca impulsar un encuentro multisectorial con la idea de que la gobernanza consciente puede ayudar a que propósitos distintos de empresas diversas se alineen en una misma dirección.
Los desafíos de transformar la forma de decidir
No obstante, muchas organizaciones siguen operando desde lógicas heredadas del siglo pasado. Con estructuras rígidas y métricas centradas únicamente en el rendimiento financiero, por lo que romper con eso no sólo requiere voluntad, sino también formación y acompañamiento.
Uno de los grandes desafíos es que, aunque hay interés, todavía faltan competencias para llevar a cabo esta transformación. Se necesitan nuevas habilidades, marcos más integradores, metodologías que acerquen la estrategia a la empatía y el conocimiento al propósito.
Afortunadamente, ya existen elementos como programas de formación y talleres personalizados para equipos directivos, el CEC ha creado herramientas concretas para dar el primer paso.
Lo más importante es que hay personas comprometidas; en un curso piloto, más de 80 participantes de diversos sectores se comprometieron a construir, desde su realidad, una forma diferente de gobernar dentro de sus empresas.
La gobernanza consciente es una práctica en construcción, nacida de la experiencia, del ensayo y error y de la necesidad urgente de hacer las cosas de otro modo. Cada vez más empresas comprenden que no pueden avanzar solas y que sus decisiones afectan vidas, territorios, sueños y futuros.
Aquellas organizaciones que aprendan a gobernarse con conciencia serán también las mejor preparadas para adaptarse, generar confianza, crear bienestar y riqueza justa, y construir un futuro compartido para todas las personas y el medio ambiente.