Era una tarde cualquiera en la Ciudad de México. Entre autos, vendedores y luces rojas del semáforo, una niña de no más de cuatro años bailaba en medio de la calle, haciendo malabares con botellas de plástico. No pedía limosna: trabajaba. Una imagen como esa podría pasar desapercibida para muchos, pero no para Sebastián Del Castillo Rodríguez, estudiante del séptimo semestre de la carrera de Negocios Conscientes en el Tecnológico de Monterrey.
Esa escena se quedó con él. No como una anécdota, sino como una herida abierta y una pregunta urgente: ¿cómo es posible que aún hoy tantos niños tengan que trabajar para sobrevivir? ¿Qué tipo de sistema permite que sus padres, trabajando jornadas completas, no puedan cubrir lo más básico?
Con esa inquietud nació el ensayo que aquí presentamos, autoría original de Sebastián, y que fue escrito como parte del Concurso de Ensayos Ingreso Digno 2025. Su propuesta no se queda en el diagnóstico, sino que plantea con claridad el ingreso digno como una herramienta poderosa, ética y viable para transformar generaciones:
Ingreso Digno como herramienta para erradicar el trabajo infantil en México
Por Sebastián Del Castillo Rodríguez | BGB - 7mo semestre, Tecnológico de Monterrey
En México, el trabajo infantil sigue siendo una realidad alarmante que refleja las profundas desigualdades sociales y económicas del país. A pesar de los avances legislativos y las campañas públicas, millones de niños y adolescentes continúan trabajando en condiciones que afectan su desarrollo físico, emocional y educativo. La raíz de esta problemática está vinculada, en gran medida, a los bajos ingresos de las familias, que muchas veces no pueden cubrir sus necesidades básicas con el salario que perciben los adultos. Ante esta situación, el ingreso digno se presenta como una solución viable y urgente que podría mitigar significativamente esta forma de vulneración infantil.
El testimonio que compartí en un video reciente retrata una experiencia cercana, al ver a una niña de no más de 4 años trabajando en la calle haciendo shows por unas pocas monedas, algo que me marcó profundamente. Durante toda mi vida, he sido testigo de cómo menores se veían obligados a abandonar la escuela para sumarse al trabajo informal, cargando o vendiendo en mercados al igual que haciendo algún show o vendiendo productos en la calle. Lo más doloroso era notar que no lo hacían por elección, sino por necesidad. Sus padres, pese a trabajar jornadas completas, no pueden costear la alimentación, vivienda y educación de la familia. Ver esta realidad me hizo comprender que el problema no era la falta de voluntad o esfuerzo, sino un sistema económico que permite salarios por debajo de lo necesario para una vida digna. Algo que posteriormente puede tener consecuencias casi irreversibles, pues una de las principales causas de abandono escolar en los menores es el comenzar a percibir ingresos de un trabajo informal, ya que los menores no conocen el mundo laboral real y se comparan con sus compañeros teniendo la perspectiva de que estudiar es perder el tiempo porque ellos ya ganan dinero.
¿Qué es el ingreso digno y por qué importa?
¿Pero a qué me refiero con ingreso digno? Ingreso digno se define como aquel salario que permite a una persona cubrir de manera adecuada sus necesidades básicas, como alimentación, vivienda, salud, educación, transporte y tiempo libre. No se trata solo de un monto económico, sino de un piso mínimo de bienestar que garantiza el desarrollo humano. A diferencia del salario mínimo, que en muchas ocasiones apenas alcanza para sobrevivir, el ingreso digno busca romper el ciclo de pobreza estructural al que millones de familias están sometidas. Según COPARMEX, tres de cada cuatro trabajadores formales en México perciben un salario que no alcanza ni para sostener a dos personas. Esta cifra revela que incluso quienes están dentro de la formalidad laboral no están exentos de condiciones precarias y que tener un trabajo de tiempo completo no es sinónimo de estabilidad financiera y personal.
Diversos estudios muestran que la pobreza es uno de los factores más determinantes para que los niños trabajen. En hogares donde el ingreso es insuficiente, los menores se convierten en una fuente de apoyo económico fundamental. Esta lógica, sin embargo, perpetúa el rezago educativo y la marginación, condenando a estas familias a un círculo vicioso de exclusión. De acuerdo con el INEGI y otras fuentes académicas como el estudio publicado en “Estudios Demográficos y Urbanos”, el trabajo infantil en México tiene una prevalencia preocupante y está asociado a bajos niveles educativos en el hogar, zonas rurales y trabajos informales con alta vulnerabilidad.
El ingreso digno como solución estructural
El ingreso digno podría romper este ciclo. Al asegurar que los adultos ganen lo suficiente para sostener a sus familias sin necesidad de que sus hijos trabajen, se libera a los menores para que puedan estudiar, jugar y desarrollarse plenamente. Países como Alemania, Canadá y Nueva Zelanda —que si bien son países más pequeños tanto en extensión territorial como en población en comparación con México— han implementado modelos similares que pueden servir como guía, donde se establecen salarios vinculados al costo real de vida y han logrado reducir significativamente los índices de pobreza infantil y exclusión educativa.
Implementar un programa nacional de ingreso digno en México no sólo tendría beneficios sociales, sino también económicos. Las empresas que adoptan esta política han demostrado tener mayor lealtad y productividad por parte de sus colaboradores, además de mejorar su reputación ante clientes y consumidores. Estudios de Great Place to Work indican que las organizaciones que promueven el bienestar de sus empleados tienen menores tasas de rotación, mejor clima laboral y mayor capacidad de innovación. En el mediano plazo, esto se traduce en rentabilidad sostenible y liderazgo en responsabilidad social.
Propuesta de acción y alianzas necesarias
Una propuesta concreta sería escalar la plataforma de Ingreso Digno que ya ha sido impulsada por actores como COPARMEX y organizaciones de la sociedad civil. Esta iniciativa promueve que las empresas evalúen el nivel salarial de sus trabajadores y avancen gradualmente hacia un esquema de compensación que permita cubrir el costo real de vida. Para fortalecerla, se podrían generar alianzas con universidades, gobiernos locales y organismos internacionales, además de ofrecer incentivos fiscales a las empresas que adopten esta política. También sería fundamental vincular el ingreso digno con programas de capacitación, salud mental y ahorro familiar, para generar un acompañamiento integral que impacte de manera positiva en toda la comunidad.
Como estudiante multidisciplinario en el Tecnológico de Monterrey, he aprendido que los grandes problemas requieren soluciones integrales que combinen conocimiento, ética y acción. El trabajo infantil no se erradicará solo con prohibiciones legales o campañas de sensibilización. Es necesario intervenir en las causas estructurales, y la más urgente de ellas es la precariedad salarial. Apostar por un ingreso digno no es solo una medida económica, sino un acto de justicia social que puede transformar generaciones enteras.
México tiene la oportunidad histórica de colocar la dignidad humana al centro de su modelo de desarrollo. Si queremos que nuestros niños estudien en lugar de trabajar, que las familias vivan con seguridad y que el país avance hacia un futuro más justo, debemos empezar por garantizar que cada trabajador reciba un ingreso que le permita vivir con dignidad. Solo así construiremos una sociedad más humana, más próspera y más consciente.