Hablar de ingreso digno es hablar de justicia, humanidad y sostenibilidad en el mundo empresarial. Es un concepto que trasciende el salario mínimo y las leyes laborales.
Se trata de garantizar que cada persona que forma parte de una organización pueda satisfacer sus necesidades básicas y vivir con dignidad.
Esto incluye no solo cubrir alimentos, vivienda y salud, sino también permitir un desarrollo pleno en términos de educación, bienestar emocional y estabilidad familiar.
El ingreso digno no es solo una aspiración ética; es una estrategia para construir un país más equitativo y, al mismo tiempo, mejorar los resultados empresariales.
Durante décadas, el paradigma predominante en los negocios fue maximizar utilidades a cualquier costo, muchas veces a expensas de quienes dedican su tiempo y esfuerzo a construir esas mismas empresas. Pero hoy, empresarios y líderes conscientes están demostrando que otra forma de operar es posible.
La idea del ingreso digno comenzó a tomar forma en México en 2018, cuando un grupo de empresarios decidió enfrentar la cruda realidad de millones de personas viviendo con salarios insuficientes.
Establecieron un monto inicial de $6,000 pesos mensuales por colaborador, que en ese momento se consideró suficiente para cubrir lo básico en una familia donde ambos integrantes trabajaban. Sin embargo, las condiciones económicas han cambiado, y hoy esa cifra ha sido ajustada a $13,500 pesos por persona, hasta el 2024, con miras a elevarse este 2025.
¿Por qué es importante hablar de ingreso digno?
Para muchas personas, un salario insuficiente significa elegir entre comer, pagar medicamentos o enviar a sus hijos a la escuela. Significa vivir con estrés constante, sin acceso a oportunidades de desarrollo personal y profesional.
Por otro lado, un ingreso digno transforma no solo a los colaboradores, sino también a sus familias y comunidades. A nivel empresarial, genera un círculo virtuoso: menor rotación, mayor productividad, empleados más comprometidos y un ambiente laboral más saludable.
Desde el Tecnológico de Monterrey, en conjunto con el Centro de Empresas Conscientes, hemos tenido el privilegio de documentar cómo esta filosofía cobra vida en la práctica. En colaboración con el organismo Frente a la Pobreza, analizamos cuatro casos que nos dejaron una profunda enseñanza: implementar el ingreso digno no solo es viable, es una estrategia que beneficia a todos los involucrados.
Merco, liderada por Javier Arteaga, fue el primer caso que estudiamos. Esta empresa familiar en el norte del país ha demostrado que priorizar a las personas es una fórmula ganadora. Javier retomó el enfoque en los colaboradores que caracterizó a su padre, el fundador de la empresa, y los resultados fueron extraordinarios: Merco creció a más de 40 supermercados, con empleados motivados y comprometidos.
Corporación Zapata, bajo la dirección de Arturo Zapata, es otro ejemplo inspirador. Esta empresa automotriz no solo implementó el ingreso digno, sino que también creó un ambiente laboral que atrae talento e inspira a proveedores. Su filosofía es clara: cuando cuidas a las personas, todo lo demás fluye. Incluso familiares de los empleados y miembros de la comunidad buscan formar parte de esta empresa, lo que refuerza su impacto positivo.
En Paruno, Salvador Suárez nos mostró que incluso en sectores desafiantes, como el calzado en Guanajuato, es posible priorizar el bienestar de los colaboradores. A pesar de la competencia desleal de mercados internacionales, Paruno ha mantenido su compromiso con el ingreso digno, entendiendo que el verdadero éxito empresarial radica en construir relaciones de confianza y respeto con sus empleados.
Por último, Ripipsa, liderada por Francisco Santini, destaca por su enfoque integral. Francisco no solo implementó el ingreso digno, sino que ha trabajado en crear una cultura organizacional que trata a las personas como el recurso más valioso. Su liderazgo, basado en la empatía y la responsabilidad social, ha demostrado que los valores humanos son compatibles con la excelencia empresarial.
Lo que más me impactó durante este proceso fue la apertura y generosidad de estas empresas. Compartieron con nosotros datos sobre productividad, índices de rotación y prácticas internas, mostrando que el ingreso digno no solo mejora la calidad de vida de sus colaboradores, sino también la estabilidad y el desempeño organizacional. Estos resultados son una prueba contundente de que un modelo de negocios más humano no es solo una utopía; es una realidad alcanzable.
El ingreso digno es más que un número. Es un camino hacia un México donde las personas no tengan que elegir entre trabajar para sobrevivir o trabajar para prosperar. Es una invitación para que más empresarios se sumen a esta revolución, porque cuando ponemos a las personas en el centro, todos ganamos.
Como profesora, investigadora y ser humano, este proyecto me ha marcado profundamente. Los casos de Merco, Corporación Zapata, Paruno y Ripipsa son faros de esperanza que iluminan un camino hacia un futuro más justo y sostenible.
Espero que estas historias sean inspiración a otros para replantear la forma en que hacemos negocios, entendiendo que dignificar a las personas no es solo un deber moral, sino una estrategia para construir un mejor mañana.