Imagina un futuro donde cada estudiante tiene un tutor personalizado, donde las empresas liberan a sus colaboradores de tareas que desgastan el alma y donde la innovación tecnológica no erosiona la confianza, sino que la multiplica.
Ese futuro no es ciencia ficción, está al alcance, pero depende de una decisión fundamental: ¿qué queremos que sirva la inteligencia artificial?
La IA ya no es una promesa lejana, es una fuerza transformadora que toca cada aspecto de los negocios y de la vida social.
Puede ser un motor de inclusión, creatividad y bienestar, pero también un arma de exclusión, manipulación y desigualdad. Todo se reduce a la conciencia con la que la implementemos.
La inteligencia artificial como espejo de la humanidad
Raj Sisodia, cofundador del movimiento de Capitalismo Consciente, lo describió con una metáfora poderosa: la inteligencia artificial es como el fuego. Puede iluminar o puede arrasar. Su poder no es neutral, refleja los valores con los que se diseña y se usa.
Si se orienta desde la compasión y el propósito, puede convertirse en un amplificador de la dignidad humana, liberando a las personas de tareas rutinarias y dándoles tiempo para desarrollar creatividad y conexión real con otros. En sus palabras, la IA no sustituye lo humano, lo magnifica.
Ángela Gómez Aiza, CEO de Grupo Axo, añadió una capa fundamental a esta reflexión: el propósito. Para ella, la pregunta no es qué tan rápido podemos adoptar la IA, sino para qué la queremos adoptar.
Una empresa con propósito claro tiene un filtro natural para decidir qué tecnologías incorporar. En Grupo Herdez, por ejemplo, el compromiso con sistemas alimentarios sostenibles guía la elección de herramientas para reducir desperdicios y mejorar la cadena de suministro.
En SAP, su apuesta fue conectar a pequeñas y medianas empresas con redes globales y abrir espacios a mujeres emprendedoras en el sector tecnológico.
Ángela señala que alrededor de 65% de los ejecutivos reconoce que integrar propósito en la estrategia digital fortalece la confianza y la lealtad de los clientes: La tecnología sin propósito puede ser rentable en el corto plazo, pero la tecnología con propósito construye relaciones sólidas y duraderas.
Ética y riesgos de la inteligencia artificial
El potencial de la IA también puede volverse contra nosotros. Ángela fue enfática en que la tecnología mal calibrada genera daños profundos: algoritmos que reproducen sesgos raciales, sistemas de reconocimiento facial que discriminan comunidades enteras, influencers virtuales que replican estándares de belleza dañinos o plataformas de comercio que manipulan precios en tiempo real sin transparencia.
En este sentido, la ética no es un lujo, es una necesidad. La transparencia, el consentimiento, la inclusión y la protección de datos deben ser principios innegociables para cualquier empresa que quiera usar la IA de forma consciente.
Raj complementa con un llamado inspirador: así como los médicos juran no hacer daño, las empresas deberían comprometerse con un juramento de la IA consciente, que garantice que cada aplicación tecnológica busque proteger la verdad, servir a la dignidad humana y generar bienestar colectivo.
Oportunidades para cerrar brechas sociales
Ambos ponentes coincidieron en que la IA es también una gran oportunidad para cerrar brechas. Puede democratizar la educación y la salud, llevando tutorías personalizadas a estudiantes que más lo necesitan o acercando diagnósticos médicos a comunidades remotas.
Según McKinsey, el impacto económico de la IA podría alcanzar 15.7 billones de dólares para 2030, lo que equivaldría a convertirla en la tercera economía más grande del mundo. La magnitud de este cambio obliga a preguntarnos si ese valor se quedará en pocas manos o si se traducirá en bienestar compartido.
Aquí entra otro tema central: el liderazgo; para Ángela, los líderes de esta era deben pasar del control al empoderamiento. Innovar no es cuestión de horas frente a un escritorio, sino de abrir espacios donde se valore la curiosidad, la resiliencia y el aprendizaje a partir del error.
Raj añadió que ninguna organización puede ser más consciente que sus líderes. Si un líder no ha sanado sus propias heridas, terminará transmitiendo sufrimiento a toda la organización.
En cambio, un liderazgo consciente puede usar la IA para amplificar capacidades humanas, crear culturas de confianza y brindar seguridad psicológica en tiempos de incertidumbre.
Capitalismo Consciente y el futuro de la IA
En el fondo, la pregunta que atraviesa todos estos temas es cómo vincular la inteligencia artificial con el Capitalismo Consciente. Raj lo resumió de manera sencilla: las empresas que florecerán en esta era no serán las más tecnológicas, sino las más humanas con apoyo de la tecnología.
La IA puede ayudar a medir el impacto real del propósito, personalizar la experiencia de cada colaborador y cliente, y construir culturas empresariales basadas en la transparencia y la empatía.
Estas ideas se compartieron en el webinar “Más allá de la eficiencia: Alineando la tecnología con la humanidad y el propósito”, organizado por el Centro de Empresas Conscientes del Tecnológico de Monterrey, con la participación de Raj Sisodia, Ángela Gómez y la moderación de Ján Rehák.
Más que una conversación técnica, fue un recordatorio de que el verdadero valor de la inteligencia artificial no está en lo que puede hacer, sino en el futuro humano que se decida construir.
La inteligencia artificial no es un destino, es un camino. Puede convertirse en la herramienta que potencie lo mejor de nuestra humanidad o en el reflejo amplificado de nuestros peores defectos.
La decisión está en manos de líderes, empresarios y ciudadanos conscientes que comprendan que el poder de la tecnología no se mide en eficiencia, sino en su capacidad de generar bienestar real para las personas y la sociedad.