Más allá de los aplausos, de los podios y de las transmisiones televisivas, existe otra cara del deporte mexicano que pocas veces se cuenta. Es la historia de quienes entrenan desde el amanecer, que sacrifican su tiempo, su cuerpo y su estabilidad emocional, pero que, aun representando a México con orgullo, no reciben un ingreso que les permita vivir con dignidad.
En nuestro país, la desigualdad deportiva no se mide solo en medallas, sino en oportunidades. Mientras algunos disfrutan de contratos millonarios y atención mediática, muchos atletas de alto rendimiento sobreviven con becas intermitentes, apoyos limitados y la incertidumbre constante de si podrán seguir compitiendo. Disciplina y talento no bastan cuando la justicia económica no alcanza todas las disciplinas.
El ensayo de Paola Monserrat Pacheco Sandoval revela con claridad esa realidad. Con datos, ejemplos y sensibilidad, reflexiona sobre el costo humano y emocional que implica competir sin la seguridad de un ingreso digno, y propone soluciones que van más allá del reconocimiento: buscan equidad, estabilidad y respeto para quienes llevan el nombre de México en cada competencia.
Porque ningún atleta debería tener que elegir entre representar a su país y poder vivir con tranquilidad. Aquí está el artículo completo de esta alumna del Tec de Monterrey, una reflexión necesaria sobre el ingreso digno y el valor real del esfuerzo deportivo:
Introducción
En un mundo donde el éxito deportivo suele medirse por la cantidad de seguidores en redes sociales o el valor de los contratos publicitarios, existe una realidad poco visible pero profundamente injusta: la de los atletas de alto rendimiento que, a pesar de representar a sus países con honor y dedicación, viven sin un ingreso digno.
Estos deportistas entrenan durante años, sacrifican su tiempo, su cuerpo e incluso su salud mental, pero no reciben una compensación económica que les permita vivir con estabilidad. Mientras algunos deportes como el fútbol o el tenis concentran la mayoría del patrocinio, la atención mediática y los recursos financieros, otras disciplinas, igual de exigentes y valiosas, quedan relegadas al olvido económico.
El ingreso digno, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), no es un lujo, sino un derecho que garantiza una vida con bienestar, seguridad y dignidad. Este ensayo analiza la desigualdad económica entre deportistas de distintas disciplinas, visibiliza las consecuencias emocionales de esta disparidad y propone soluciones para construir un sistema deportivo más justo. Porque ningún atleta que representa a su país debería tener que elegir entre competir y sobrevivir.
Desigualdad en el mundo del deporte en México
En México, el acceso a un ingreso digno en el ámbito deportivo está profundamente marcado por la disciplina a la que el atleta pertenece. Mientras el fútbol profesional goza de sueldos millonarios, patrocinios abundantes y cobertura constante en medios, otros deportes como el atletismo, la halterofilia, la natación o la gimnasia artística sobreviven con recursos mínimos.
De acuerdo con datos de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE), los estímulos económicos a deportistas de alto rendimiento en disciplinas no mediáticas son insuficientes. Muchos atletas olímpicos mexicanos reciben entre $5,000 y $30,000 pesos mensuales, dependiendo de resultados, pero este apoyo es intermitente, condicionado y muchas veces llega tarde.
Durante el sexenio actual, el número promedio anual de becas otorgadas se redujo en un 45% en comparación con la administración anterior (El Financiero, 2024). Además, de los 175 atletas olímpicos y paralímpicos mexicanos que participaron en París 2024, el 25% no recibió apoyo alguno de la CONADE en los dos años y medio previos al evento.
Esta falta de apoyo refleja una desigualdad estructural que afecta a disciplinas menos mediáticas, limitando las oportunidades de desarrollo para sus atletas. En contraste, un jugador promedio de la Liga MX gana decenas o incluso cientos de miles de pesos al mes, aunque su contribución nacional sea menor en comparación con un atleta olímpico.
La falta de apoyo estructural ha generado una situación en la que solo los atletas con respaldo familiar o patrocinadores privados logran mantenerse activos. Los demás abandonan su carrera deportiva para sobrevivir, privando al país de talento y representación internacional.
Testimonios y realidades invisibles: los atletas mexicanos que compiten con carencias
Detrás de cada medalla mexicana existen historias de sacrificio, esfuerzo y, en muchos casos, abandono institucional. No todos los atletas que representan a México viven con estabilidad económica. Por el contrario, muchos deben combinar sus entrenamientos con trabajos de medio tiempo o incluso pedir apoyo económico en redes sociales para costear viajes y competencias.
Un caso emblemático es el de Alexa Moreno, gimnasta olímpica que, a pesar de su talento y trayectoria internacional, enfrentó años de críticas, falta de apoyo y dificultades económicas. Antes de su histórica participación en Tokio 2020, Alexa entrenaba con recursos limitados, en instalaciones modestas y sin la seguridad de recibir financiamiento continuo.
Otro ejemplo es el de Jorge Iga, nadador mexicano que ha denunciado públicamente la falta de becas, recursos y cobertura mediática para atletas acuáticos, a pesar de competir a nivel internacional. En muchas ocasiones, los propios deportistas deben financiar sus uniformes, entrenamientos o viajes, algo impensable en países con sistemas deportivos sólidos.
Más dramático aún es el caso de algunos paratletas mexicanos, como Rebeca Valenzuela, medallista paralímpica que ha mencionado que, además de enfrentar barreras físicas, sociales y estructurales, también lucha por mantenerse económicamente activa como deportista de élite.
Esta realidad se repite en todo el país. Hay atletas en halterofilia, lucha grecorromana, canotaje, bádminton y muchas otras disciplinas que entrenan en condiciones precarias, sin sueldos fijos, sin seguridad social y con una incertidumbre constante sobre su futuro.
Estas historias revelan que el ingreso digno no solo es un asunto de justicia económica, sino también de reconocimiento y respeto al sacrificio de quienes, día con día, entrenan sin reflectores pero con la misma pasión y disciplina que cualquier figura mediática.
Impacto emocional y psicológico de la precariedad económica en los atletas mexicanos
La falta de un ingreso digno no solo afecta la vida material de los deportistas mexicanos, sino también deja una profunda huella emocional. Entrenar a nivel profesional exige disciplina, concentración y fortaleza mental. Sin embargo, cuando las necesidades básicas no están cubiertas, es imposible rendir al máximo.
Muchos atletas viven bajo una presión constante: si no ganan medallas, pierden sus becas; si se lesionan, corren el riesgo de quedarse sin apoyo; si bajan su rendimiento por estrés o cansancio, su carrera puede terminar abruptamente.
Este tipo de inestabilidad genera altos niveles de estrés crónico y sensación de abandono institucional que afecta la autoestima y la salud mental.
La gimnasta Alexa Moreno ha hablado abiertamente sobre la presión psicológica que sufrió, no solo por críticas en redes, sino también por la exigencia de mantenerse competitiva sin respaldo económico suficiente, lo que la llevó a considerar su retiro (ESPN, 2024). Daniela Souza, campeona mundial de taekwondo, también ha señalado cómo el estrés financiero puede ser tan agotador como el entrenamiento físico.
Un estudio del Centro de Psicología del Deporte de la UNAM (2023) reveló que muchos atletas mexicanos presentan síntomas de ansiedad y depresión, especialmente cuando sienten que su esfuerzo no es valorado ni retribuido.
El impacto emocional de la precariedad no se ve en los podios, pero está presente en cada sacrificio silencioso, en cada lesión sin atención y en cada competencia financiada por rifas o donaciones. Exigir resultados sin garantizar un ingreso digno no solo es injusto, es inhumano.
Propuestas y soluciones para dignificar el ingreso de los atletas mexicanos
Para que los atletas mexicanos puedan vivir con dignidad y desarrollar su potencial sin sacrificios extremos, es necesario implementar cambios estructurales en el sistema deportivo del país.
La primera medida urgente es establecer un salario digno garantizado para deportistas de alto rendimiento, independiente de resultados inmediatos. Esto permitiría que puedan entrenar sin estar a merced de la intermitencia de becas o estímulos.
Una propuesta fundamental es reconocer a los atletas legalmente como trabajadores del Estado. Esta medida les permitiría acceder a los derechos establecidos en la Ley Federal del Trabajo (LFT), como lo hacen millones de trabajadores en otras profesiones.
Al reconocerlos como trabajadores, se les podrían otorgar beneficios como seguridad social, acceso al sistema de salud, licencias por lesiones, aportaciones para vivienda y contratos formales que brinden certeza jurídica.
Otra solución clave es incentivar el patrocinio privado a través de beneficios fiscales para empresas que apoyen a atletas de deportes no mediáticos. En países como Canadá o Australia, estos esquemas han permitido diversificar las fuentes de ingreso y fortalecer la estabilidad de los deportistas.
Además, es fundamental que los institutos estatales del deporte desarrollen programas regionales de apoyo económico y psicológico, especialmente para jóvenes talentos que aún no han llegado al nivel olímpico.
Por último, debe haber un cambio cultural: los medios y la sociedad deben valorar a los deportistas por su esfuerzo y disciplina, no solo por su fama. Fomentar la visibilidad de más disciplinas es también un paso hacia la equidad.
Conclusión
El deporte es una de las expresiones más puras del esfuerzo humano, y los atletas mexicanos lo representan con orgullo, pasión y entrega. Sin embargo, detrás de cada victoria hay historias marcadas por la desigualdad, la precariedad y la falta de reconocimiento económico.
El ingreso digno no debe depender de la fama ni del número de medallas, sino del derecho básico de toda persona a vivir con estabilidad mientras ejerce su vocación.
México no puede seguir perdiendo talento por falta de apoyo. Es momento de construir un sistema deportivo más justo, que garantice a sus atletas las condiciones necesarias para competir, pero también para vivir.
Porque nadie debería tener que elegir entre representar a su país y poder pagar la renta. Reconocer el valor de nuestros deportistas también significa retribuirles con dignidad.